miércoles, 31 de octubre de 2012

Sábado 3 de noviembre de 2012


SEMINARIO DE ADMINISTRACIÓN PÚBLICA

PROPÓSITO: Explicar las deficiencias de la administración pública.

ACTIVIDADES:

1. Con la relatortia anterior participar activamente.

2. LECTURA COMPLEMENTARIA:
 
 
La gestión pública y la ESAP- Situación y retos
Francisco Azuero Z

1.            Introducción

Cómo puede contribuir una escuela de gobierno a una mejora en la administración pública? Esa es la pregunta principal de este ensayo y a la cual intentaremos responder.

La mejora en la administración no es exclusivamente un proceso que se pueda acometer desde una perspectiva académica. Las fallas en la administración pública no se pueden explicar exclusivamente como consecuencia de la débil preparación de los funcionarios públicos.
Los problemas que se presentan en la administración pública colombiana radican  fundamentalmente en la deficiencia de las instituciones. Aquí están comprendidas las fallas que se presentan  en el sistema electoral, en el funcionamiento de los órganos legislativos, en la deficiente administración de justicia, en los procesos de reclutamiento y evaluación de los funcionarios,  y en los incentivos inadecuados de quienes ocupan funciones públicas para actuar en beneficio común.


Frente a este panorama, las reformas necesarias son complejas y de largo aliento. Suponen cambios políticos, en las instituciones, en los sistemas de incentivos, pero también de cambios  culturales. Es en este frente en donde la ESAP puede desempeñar un papel importante. Aprovechando la amplia audiencia que tienen sobre una amplia capa de funcionarios públicos de distintos niveles, puede ayudar a crear en ellos conciencia sobre los principios básicos de buen gobierno y  a proveerlos de las competencias generales y específicas necesarias para que sean capaces, dentro de las limitaciones institucionales, de contribuir en la mejora de los estándares de gobierno en las entidades a las cuales estén vinculados.

Además una escuela de gobierno con capacidades de investigación puede estar en la posición de incentivar una reflexión general de la sociedad sobre los problemas de la administración pública, y  la manera de enfrentarlos. Se ha solicitado hacer una referencia sobre el estado de la gestión pública en varios dominios. Es lo que nos proponemos hacer en seguida.


2.            La gestión pública y el buen gobierno

Para efectos de este documento, entenderemos por gobierno el ejercicio de la autoridad económica, política y administrativa a fin de conducir los asuntos públicos a todos los niveles. Un buen gobierno, es decir, aquel que responda a los auténticos intereses de la ciudadanía,  exige la participación, la transparencia, la rendición de cuentas y el respeto de la ley. 

Un primer elemento necesario a señalar es la absoluta ausencia de conciencia en la ciudadanía, y aún en la burocracia pública colombiana sobre lo que significa “buen gobierno”,  y mucho menos sobre sus principios constituyentes.
La tradición legal colombiana consistente simplemente en que un buen funcionario es simplemente aquel que cumple la Ley ha perneado normalmente la tradición institucional.  En sectores populares buen funcionario es simplemente aquel que “no roba”. No existe conciencia sobre la razón de ser fundamental de la función pública: servir los intereses generales de la sociedad. Si repasamos algunos de las características de buen gobierno, tal como han sido definidas por las Naciones Unidas (Op.Cit.), tenemos oportunidad de profundizar en estos aspectos:

a)            Participación. Todos los hombres  y mujeres deben tener voz en las decisiones, directamente o a través de las instituciones legítimas intermedias que representen sus intereses. Esta participación se ha construido sobre la base de la libertad de asociación y expresión, como también sobre las capacidades de participar constructivamente.

 Si bien los principios de participación política están claramente establecidos en la Constitución (Art 2 “Es fin del Estado: ….facilitar la participación de todos en las decisiones que los afectan y en la vida económica, política, administrativa y cultural de la Nación”), y en las leyes colombianas (Ley 134 de 1994 y Dec. 895 de 2000), de ello no puede deducirse que en la práctica cotidiana de la gestión pública se manifieste dicha participación.
Dejando de lado los aspectos relacionados con la imperfecciones del sistema político que impiden una genuina representación democrática en las decisiones legislativas, aspecto que ha sido analizado repetidamente en la literatura politológica en Colombia, y concentrándonos exclusivamente en los terrenos de la gestión pública, se podrían señalar los siguiente elementos como particularmente críticos.

A menudo la “participación”  previa a la adopción de normas, reglamentaciones o intervenciones de cualquier naturaleza, se limita a una consulta con los sectores gremiales organizados que puedan estar más directamente interesados en dichas disposiciones. Los usuarios de las entidades públicas,  en cuyo directo beneficio se supone que debe actuar el funcionario, son los grandes ausentes de estos procesos.    Dada la dificultad de organizarlos,   y el bajo incentivo para emprender acciones políticas a nombre de las mayorías (por el hecho de que los beneficios se diluyen en multitud de participantes, lo cual crea el efecto “free-rider”), lo más probable es que la decisión no se tome en beneficio de los usuarios, sino que se presente el conocido fenómeno de “captura del regulador”.

 No siempre esta “captura” es consecuencia de prácticas corruptas por parte de los funcionarios o de los gremios intervinientes. La ignorancia del funcionario sobre aspectos técnicos particularmente complejos crea una clara situación de asimetría de información. En dichas circunstancias los gremios o empresarios privados prestan con agrado el papel de asesores, pero obviamente se trata de una asesoría interesada . Este fenómeno puede agravarse si a los cargos públicos de responsabilidad,  por factores que tienen que ver con las condiciones de reclutamiento y promoción, llegan personas que no tienen la capacidad técnica para formarse un criterio independiente sobre los problemas que están en juego.   Claramente, una de las competencias que es necesario desarrollar en los funcionarios públicos colombianos, es la de dejarse asesorar, pero desarrollando en ese proceso capacidad de criterio independiente.

b)           Imperio de la ley. Los marcos legales deben ser justos y su aplicación debe ser imparcial, especialmente las leyes sobre derechos humanos. 

Si bien el marco formal de la ley es imparcial y justo, y la Constitución de 1991,  especialmente mediante la tutela y el derecho de petición han jugado un importante papel en el avance en la aplicación de este principio, es necesario reconocer que en múltiples campos existen desigualdades frente a la ley. El campo que nos ocupa, el de la gestión pública, es particularmente vulnerable.

El tráfico de influencias, entendida como la búsqueda de un tratamiento favorable para determinados ciudadanos en su relación con una entidad pública, si bien está presente en cualquier sociedad, por madura que sea en su sistema político, adquiere en Colombia una presencia predominante.   Es necesario señalar sin embargo, que algunas entidades han logrado procesos de modernización satisfactorios en su organización de trámites, los cuales podrían constituir un banco de buenas prácticas gerenciales que podrían ser utilizados en procesos de formación. 

Sobre el tema de la administración pública y los derechos humanos, que, como se señala en los principios de las Naciones Unidas, hace parte importante del buen gobierno, nos referiremos en la sección correspondiente.

c)            Transparencia. La transparencia se construye sobre el libre flujo de información. Los procesos, las instituciones y la información son accesibles de manera directa a todos los interesados con ellos, y debe ser provista suficiente información para entenderla y hacerle seguimiento.

Responsabilidad: Instituciones y procesos que sirvan a todos los interesados (stakeholders).

Tal vez la ausencia de transparencia y su corolario inmediato, la corrupción, es uno de los fenómenos más críticos que inciden contra la existencia de un buen gobierno en Colombia. Según el índice de percepción de la corrupción producido por transparencia internacional, Colombia se ubicó en el 2004 en el puesto 60 a escala mundial, con una calificación de 3,8.    El índice de integridad, producido por la Corporación Transparencia por Colombia, y que analizó 182 entidades públicas nacionales, si bien señaló una mejora para dicho año, señaló que ninguna entidad está en bajo riesgo, que el 27%  está en riesgo moderado, 37% en riesgo medio, 28% en riesgo alto, y 8% (es decir, 14 entidades), en muy alto riesgo  de corrupción (Corporación Transparencia por Colombia, 2005).

Quienes se han ocupado del tema en Colombia han señalado que las deficiencias del sistema político arriba señaladas están en el origen del fenómeno de la corrupción ( Palau, 1997 y Leal y Dávila, 1991). La utilización de los recursos del Estado para la reproducción del poder político de los caudillos electorales podría explicar una proporción muy alta dicho fenómeno. El crecimiento del Estado que se ha presentado en el país con posterioridad a la Constitución de 1991 ha aumentado por otra parte las oportunidades de corrupción.  

Son varios los campos en los cuales una institución especializada en la formación y capacitación de los funcionarios públicos puede actuar para contribuir en  la lucha contra la corrupción.  Estos esfuerzos tienen que ver con la visibilidad propiamente dicha de la acción oficial, la modernización en los procedimientos, y la disuasión de los comportamientos corruptos a través de la investigación y la sanción.

 La modernización en los sistemas de procesamiento de datos y de comunicaciones que se ha presentado en el mundo representa una oportunidad para mejorar el acceso de la ciudadanía a la información proporcionada por las entidades estatales. Se está comenzando a extender la utilización de páginas web de las entidades públicas, y es regla casi general que se publiquen allí las contrataciones en curso, las reglamentaciones vigentes, la orientación al ciudadano frente a trámites, y la oportunidad para éste de presentar quejas y reclamos. Deben utilizarse también estos instrumentos con el propósito de mejorar los sistemas de rendición de cuentas a la ciudadanía y de proveer información operacional y financiera sobre el funcionamiento de las entidades, así como sobre las normas que la entidad oficial tiene proyectado emitir para que los interesados puedan opinar sobre ellas.

 La abundancia de trámites y requisitos de dudosa utilidad contribuye a generar oportunidades para la corrupción. El ciudadano que valora su tiempo está dispuesto a pagar para que se le aligere su diligencia. La modernización de los procedimientos debe tener como propósito racionalizar los trámites tanto internos como externos de las entidades, a fin de eliminar todos aquellos que no agreguen valor. Debe buscarse concentrar la relación con el ciudadano, a fin de evitar el  paseo por diferentes ventanillas de la entidad. Un ejemplo de ello es cuando se le exige al ciudadano un “paz y salvo” emitido por la propia empresa, como condición para que se le satisfaga una petición. En estos casos, debería bastar que el funcionario consultara el sistema de información interno y verificara el estado de cuenta del ciudadano.
La modernización en la tramitología va de la mano con el desarrollo, implantación y utilización de sistemas de información. De ello se concluye que una de las prioridades de capacitación para funcionarios públicos de alto y medio nivel debería ser la gerencia de proyectos informáticos, que desarrollen la capacidad del funcionario, en tanto que usuario de un sistema de información, parar definir las necesidades y requisitos, dialogar adecuadamente con  los desarrolladores de sistemas, y generar al interior de las entidades culturas de utilización adecuada de ellos.

 Las debilidades en los sistemas de control y las propias deficiencias de los organismos investigadores (procuraduría, contralorías, personerías), que están sujetos a las mismas ineficiencias de la administración pública de la cual forman parte, incentivan los comportamientos corruptos.

 No es de extrañar, por otra parte, que el órgano de control se convierta también en un instrumento del poder clientelista. La identidad política entre el contralor local  (o personero) y el alcalde, por ejemplo, servirá para suavizar los controles, mientras que la divergencia hará que el encargado del control busque obstaculizar y desacreditar, por cualquier vía, la gestión del gobernante.

Un  esfuerzo de capacitación debe consistir en el desarrollo de procedimientos modernos de control, que vayan más allá de la vigilancia numérico-legal a la cual están acostumbrados la mayoría de entes de control, especialmente a nivel departamental y municipal.
 
En fin, es indispensable que se desarrolle una cultura del servicio  al ciudadano en todas las entidades públicas, a semejanza de la que hoy es práctica común en el sector privado colombiano. Este es un proceso de capacitación exigente, al cual la ESAP     puede contribuir de una manera efectiva. Se trata de sensibilizar a los funcionarios públicos acerca de la importancia de este elemento dentro de la gestión pública, y de desarrollar competencias y habilidades que les permitan transmitir esa cultura a sus organizaciones.

Para este proceso, es indispensable además empoderar al usuario, haciéndolo consciente de sus derechos frente a las diversas dependencias públicas. La adopción de “estándares de atención”, que clarifiquen las expectativas del ciudadano frente a ellas puede contribuir en ese propósito.  No es descartable que la ESAP amplíe su campo de acción hacia la capacitación de ciudadanos “clientes” de las entidades públicas, a fin de que operen como grupos de interés hacia la modernización y el respeto al usuario.
d)           Orientación hacia el consenso. El buen gobierno media entre diferentes intereses para alcanzar consensos amplios sobre lo que constituyen los mejores intereses del grupo, y donde ello sea posible, sobre las políticas y procedimientos.

Sobre este tema nos ocuparemos en la sección destinada a la resolución de conflictos

e)           Equidad. Todos los hombres y mujeres deben tener oportunidad de mejorar o mantener su bienestar.

Este tema será desarrollado en la sección correspondiente a los derechos humanos.

f)            Efectividad y eficiencia. Los procesos y las instituciones producen resultados destinados a satisfacer necesidades, haciendo uso eficiente de los recursos.

Rendición de cuentas. Los responsables de las decisiones en el gobierno, el sector privado y las organizaciones de la sociedad civil son responsables ante el público y ante todos sus interesados institucionales. Esta responsabilidad difiere dependiendo de la organización y de si la decisión es interna o externa a la organización.

Partiendo de definir la eficacia como la capacidad de una entidad de lograr objetivos, y la eficiencia como el logro de una adecuado balance entre los recursos utilizados y los logros obtenidos, es necesario señalar que normalmente existen obstáculos para su logro en entidades que no están sujetas a la presión del mercado, como es normalmente el caso de las entidades públicas.
En la empresa privada el logro de procesos más eficaces o eficientes es un subproducto de la búsqueda de la rentabilidad. Al no existir esta motivación en el sector público, es necesario reemplazarla por una adecuada información sobre la gestión de las entidades, para ser utilizada por los mismos gerentes públicos, por los ministros sectoriales o alcaldes según el caso, en la medida en que puedan evaluar la gestión de sus entidades adscritas, por los órganos de control político y por la opinión. Los procesos de discusión y elaboración de los presupuestos deberían constituir una oportunidad para ello.

Un presupuesto debe considerarse como un contrato entre la sociedad (representada en el parlamento, y, en el caso de las colectividades locales colombianas, la Asamblea  Departamental o Concejo Municipal) y el conjunto del Gobierno, mediante el cual éste se compromete a entregar unos bienes y servicios públicos, en condiciones aceptables de costos y de eficiencia, a cambio de unos recursos. Desde este punto de vista, la manera más técnica de elaborar dicho contrato sería señalando claramente los productos o servicios públicos que el Gobierno o la agencia pública específica se compromete a proporcionar, y los recursos que la sociedad está pagando por ellos. Es la verdadera concepción del presupuesto por programas. La eficiencia quedaría explícita como uno de los  principales objetivos de la acción pública, y sería posible medir permanentemente sus avances o retrocesos. 

Desafortunadamente, en los procesos presupuestales en Colombia están ausentes completamente los elementos de eficiencia.   Si acaso, se ha utilizado en algunas instancias de gobierno el indicador la capacidad de ejecución de las entidades, como elemento de información para las apropiaciones de períodos fiscales subsiguientes, indicador que puede generar incentivos perversos.

Otros dos factores atentan en fin, contra los avances en eficiencia. La estabilidad en las plantas oficiales, generada por las normas sobre carrera administrativa, se ha traducido en que no sea atractivo para el empresario público adelantar proyectos ahorradores de mano de obra.  Por otra parte, la incomprensión de los organismos fiscalizadores (contralorías y procuradurías nacionales o regionales) sobre las complejidades de la administración pública ha podido generar un comportamiento de alta aversión al riesgo en los gerentes. 
Los esfuerzos de capacitación deberían orientarse hacia el desarrollo y utilización de indicadores de gestión por parte de alcaldes y gobernadores, y miembros de los órganos de control político. Frente a la ausencia de la sanción del mercado, debería operar la sanción administrativa sobre el gerente ineficiente o la sanción política sobre el partido o el individuo elegido que no sea capaz de mostrar que aumentó de una manera importante la relación entre los productos y servicios entregados a la sociedad y los insumos presupuestales que recibió de ella.

 g) Visión estratégica. Tanto los líderes como el público deben tener una amplia perspectiva de largo plazo sobre el buen gobierno y el desarrollo humano, así como un sentido de lo que es necesario para el logro de dicho desarrollo. Existe también un entendimiento de las complejidades históricas, culturales y sociales en las cuales se fundamenta esta perspectiva

La planeación ocupa un lugar importante en los procesos formales de las políticas públicas colombianas. Desde la Constitución (art 339) se le otorga al Plan Nacional de Desarrollo (PND) la responsabilidad de señalar los propósitos y objetivos nacionales de largo plazo, las metas y prioridades de la acción estatal a mediano plazo y las estrategias y orientaciones generales de la política económica, social y ambiental que serán adoptadas por el gobierno. Por otra parte, establece que el plan de inversiones públicas contendrá los presupuestos plurianuales de los principales programas y proyectos de inversión pública nacional y la especificación de los recursos financieros requeridos para su ejecución.

La elaboración del PND implica una consulta y discusión con los grupos de interés actuantes. Se exige una “participación activa de las autoridades de planeación de las entidades territoriales y del Consejo Superior de la Judicatura” y se exige oír el concepto del “Consejo Nacional de Planeación”, organismo integrado por representantes de “las entidades territoriales y de los sectores económicos, sociales, ecológicos, comunitarios y culturales” (art 340).

Se supone, por otra parte, que los presupuestos anuales, especialmente los de inversión deben guardar correspondencia con el PND. A nivel territorial, también existe la obligación de la elaboración del Plan de desarrollo y, en el caso de los municipios, del Plan de Desarrollo Territorial.

La importancia formal de la planeación contrasta con la improvisación que a menudo afecta la gestión pública.  La crisis fiscal de los departamentos y municipios que se presentó en 1998 y 1999, motivada fundamentalmente por un excesivo endeudamiento, evidencia la ausencia de planeación en la utilización de los recursos financieros. Lo mismo puede decirse del paulatino deterioro de las finanzas del gobierno central.

 También se han presentado crisis de importancia en algunas empresas oficiales, (por ejemplo, Telecom o la rama de salud del Instituto de Seguros Sociales, a algunas empresas locales de servicios públicos) derivadas de la incapacidad de evaluar adecuadamente  los retos derivados de los cambios en el entorno tecnológico, competitivo o regulatorio, o de la imposibilidad práctica de reaccionar frente a ellos, por la presencia de intereses defensores del status quo (sindicatos poderosos, por ejemplo).  Se partía de la base de que el monopolio en la prestación del servicio debería garantizarse indefinidamente por parte del Estado. La crisis en la banca oficial, particularmente aguda en los años 1998-2000, fue resultado por su parte de la incapacidad de sus administraciones de evaluar adecuadamente los riesgos, especialmente los ligados a las operaciones de crédito, además de la existencia de un perverso sistema de incentivos para sus administradores.  

Es evidente, por lo tanto, que ha faltado una verdadera planeación estratégica en los diferentes niveles de gobierno.  La ESAP  puede contribuir a mejorar los procesos de planeación capacitando a los administradores en los principios y técnicas de la planeación estratégica, enfatizando las características particulares que tienen estos procesos en las entidades oficiales.

 
3- La gestión pública y la resolución de conflictos.

 El principio de la participación ciudadana y de la democracia representativa que está presente en la Constitución Colombiana exige que el administrador público tenga dentro de sus responsabilidades la de ser un manejador de conflictos.

 Es claro que las decisiones que deba tomar el funcionario exigen, en determinadas circunstancias, atender intereses contrapuestos. Una regulación eficiente de la prestación del servicio de energía, en un contexto de participación de la empresa privada, exige condiciones que hagan atractiva para ésta dicha actividad, además de aquellas que protejan los intereses de los usuarios. El funcionario público responsable deberá estar en posibilidad de escuchar las opiniones de cada una de las partes, buscar la construcción de consensos, y, en definitiva, tomar aquella decisión que consulta el interés común.

 Esto exige en primer lugar pericia técnica para entender la magnitud de los problemas en discusión y las implicaciones de una un otra solución que se adopte. Pero también exige calidades de negociador. Es necesario que el administrador público sea capaz de “vender” sus  decisiones, para hacerlas más legítimas ante la comunidad. 

 Por otra parte, recientes acontecimientos han creado un miedo natural en los funcionarios públicos a utilizar la figura, jurídicamente permitida, de la conciliación extrajudicial, cuando quiera que se presenten pleitos con particulares. El miedo a ser condenado, o incluso investigado    se traduce en que el funcionario prefiera pagar cumpliendo la orden de un  juez, a hacerlo como producto de una conciliación, así exista el convencimiento de que la primera alternativa puede resultar siendo más onerosa.

El estudio de la economía política de  funcionamiento del Estado colombiano puede ser de amplia utilidad para quien aspire a desempeñarse como funcionario público. Entender cómo se toman las decisiones en los cuerpos legislativos, como actúan los intereses privados en la defensa de sus intereses, y en fin cuales son los instrumentos de comunicación de los distintos actores, ayudará al funcionario público a entender  la complejidad de las relaciones que deba enfrentar.

3- La gestión pública y la resolución de conflictos.

El principio de la participación ciudadana y de la democracia representativa que está presente en la Constitución Colombiana exige que el administrador público tenga dentro de sus responsabilidades la de ser un manejador de conflictos.
Es claro que las decisiones que deba tomar el funcionario exigen, en determinadas circunstancias, atender intereses contrapuestos. Una regulación eficiente de la prestación del servicio de energía, en un contexto de participación de la empresa privada, exige condiciones que hagan atractiva para ésta dicha actividad, además de aquellas que protejan los intereses de los usuarios. El funcionario público responsable deberá estar en posibilidad de escuchar las opiniones de cada una de las partes, buscar la construcción de consensos, y, en definitiva, tomar aquella decisión que consulta el interés común.
Esto exige en primer lugar pericia técnica para entender la magnitud de los problemas en discusión y las implicaciones de una un otra solución que se adopte. Pero también exige calidades de negociador. Es necesario que el administrador público sea capaz de “vender” sus  decisiones, para hacerlas más legítimas ante la comunidad. 

Por otra parte, recientes acontecimientos han creado un miedo natural en los funcionarios públicos a utilizar la figura, jurídicamente permitida, de la conciliación extrajudicial, cuando quiera que se presenten pleitos con particulares. El miedo a ser condenado, o incluso investigado    se traduce en que el funcionario prefiera pagar cumpliendo la orden de un  juez, a hacerlo como producto de una conciliación, así exista el convencimiento de que la primera alternativa puede resultar siendo más onerosa.

 

El estudio de la economía política de  funcionamiento del Estado colombiano puede ser de amplia utilidad para quien aspire a desempeñarse como funcionario público. Entender cómo se toman las decisiones en los cuerpos legislativos, como actúan los intereses privados en la defensa de sus intereses, y en fin cuales son los instrumentos de comunicación de los distintos actores, ayudará al funcionario público a entender  la complejidad de las relaciones que deba enfrentar.


4- La gestión pública y los derechos humanos.

 

5 – La gestión pública y la descentralización

 Colombia ha sido, entre los países de América Latina, uno de los que más ha avanzado en el desarrollo de la descentralización política y fiscal.    En un proceso que comenzó con la Ley 12 de 1986, y se profundizó con la constitución de 1991, se transfirieron importantes recursos y responsabilidades a los niveles subnacionales de gobierno, especialmente a los municipios. Cerca del 40% del gasto público en Colombia es manejado por las entidades territoriales, en comparación con el 15% promedio de Latinoamérica.  Pero el esquema ha tenido serias debilidades. Al decir de Rojas, “ ni la condicionalidad ni la división de responsabilidades estaban suficientemente claras como para permitir su control, su cumplimiento y el rendimiento de cuentas”.   

La idea con la cual se desarrolló la descentralización en Colombia no es muy diferente de su justificación teórica general. Se supone que la descentralización mejora la calidad de las decisiones públicas y el buen gobierno, en la medida en que se le entrega las decisiones de gasto a las comunidades que tienen la información  y los incentivos para definir los programas. Son las comunidades locales, en últimas, quienes asumirán las consecuencias de las decisiones. Por otra parte, de acuerdo con el racionamiento de Tiebout (1956), cada gobierno local está en capacidad de ofrecer diferentes menús de bienes públicos. El elector bien informado “vota con el pie”  la combinación de bienes públicos que más satisfaga su función de bienestar, y se desplaza a la localidad más conveniente.
Sin embargo, son muchos los autores que han llamado la atención sobre la debilidad que se presenta en las estructuras de gobierno en las comunidades locales,   fenómeno que puede contrarrestar muchos de los efectos positivos esperados de la descentralización.
En primer lugar, no se considera realista asumir la plena movilidad de la población como mecanismo que induzca a los ciudadanos a romper las imperfecciones del mercado derivadas de lo suficiente revelación de información de su demanda de bienes públicos. Por otra parte, los sistemas de información,  contabilidad y control sobre el comportamiento de los burócratas son débiles en países en vía de desarrollo, especialmente en los niveles inferiores de gobierno. Las economías de aglomeración atraen a la gente más  calificada, lo que explica que las burocracias nacionales la atraigan más fácilmente. Aún el personal calificado si decide trabajar en regiones apartadas (un municipio por ejemplo) debe sufrir las consecuencias del aislamiento, y de las pocas capacidades de interacción con gente calificada. Existen ciertos bienes públicos en las cuales operan las economías de escala (energía eléctrica por ejemplo),  de tal manera que su provisión de manera atomizada puede revelarse ineficiente.  Las instituciones de democracia local son a menudo más débiles que las de la democracia nacional. Es altamente probable que las autoridades municipales sean capturadas por las élites locales, y no existe ninguna justificación para que esta situación sea preferible a la captura por burocracias nacionales. En fin, los riesgos de desviación de fondos son mayores a nivel local, en la medida en que los sistemas información y de auditoría y control son más débiles.
Algunos de los problemas mencionados se han manifestado con claridad en Colombia. El informe sobre diez años de descentralización en Colombia publicado por el Departamento Nacional de Planeación, señalaba que si bien se habían generado avances en términos agregados en educación y salud, dichos avances “son insufientes respecto a la magnitud del gasto público social adelantado en la última década, el cual se duplicó situándose por encima del de otros países federales. El esfuerzo económico del país para dotar de recursos al gasto social descentralizado no tuvo un resultado proporcional en atención y cobertura de las poblaciones a las cuales iban dirigidos esos recursos” ( DNP, 2002, pag 139).
Las debilidades en la administración financiera en las colectividades locales se manifestaron en una crisis de endeudamiento que afectó a la mayoría de departamentos y municipios entre 1998 y 2001, y que obligó a una gigantesca operación de rescate y de reestructuración de deudas, con la garantía del Gobierno Central.
Por otra parte, la corrupción a nivel local ha mostrado evidencias: la  proporción de alcaldes y gobernadores “emproblemados” ha sido importante;  el esquema de administración de regalías   debió sufrir una profunda reingeniería, que llevó incluso a que se “congelara “el giro de recursos  a algunas colectividades ante el convencimiento de manejos corruptos.

Las contralorías departamentales y municipales se han revelado incapaces para enfrentar estas situaciones. La conciencia sobre esa situación llevó a la administración Uribe a proponer su eliminación, la cual era una de las preguntas del referendo que se negó en el año 2003 por falta de participación suficiente del censo electoral.

Pese a todo lo anterior, el proceso de descentralización en Colombia es política, social y fiscalmente irreversible. Los problemas señalados deben enfrentarse entonces a través de una mejora sustancial en la calidad de gobierno de las colectividades locales, proceso en el cual una institución como la ESAP debe jugar un papel importante.

Además de los programas de capacitación que se deducen de este diagnóstico, en temas como presupuestación por resultados, contabilidad pública, auditoría, etc, la ESAP podría ser el núcleo de una red de comunicación entre funcionarios de las entidades territoriales destinada a compartir experiencias, emular en mejores prácticas, compartir información, etc.

Por otra parte,  la ESAP podría desarrollar líneas y proyectos de investigación destinadas a mejorar la información disponible sobre los problemas que enfrentan las colectividades territoriales, y asesorar a los Gobiernos Nacional y locales en la redefinición de sus responsabilidades.

 

 

 

 

 

 

 

 

Bibliografía

 

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